En una época que celebra el edificio que adopta a toda costa formas incongruentes con su entorno urbano, vale traer a cuento las actitudes diametralmente opuestas que dieron como resultado los edificios embutidos. Subsisten por aquí y por allá, y aún con la natural discreción que los caracteriza, ofrecen al astuto observador la posibilidad de justipreciarlo debidamente.