En un palacete de principios de siglo XX en el barrio de Graca en Salvador de Bahía, se constituyó la primera sucursal del Museo Rodin fuera de Francia. Tanto la restauración como las nuevas intervenciones tendieron a proveer al edificio de la infraestructura necesaria para el nuevo uso. Se anexó un prisma de hormigón visto para resolver las circulaciones verticales y un nuevo edificio para albergar la reserva técnica, los espacios de exposiciones temporarias y un café-restaurant.