Los autores reflexionan sobre el desarrollo de las ciudades latinoamericanas y sus desafíos a partir de un estudio en once ciudades incluído en le proyecto "¡Ganar la calle!" que permite revisar una serie de ejemplos que toman las calles como campo de acción para distintas actividades reflejo de contextos diferenciales.
Para la implantación del proyecto se elige un sector del gran eje lineal que configura el Canal Isuto, que evacúa las aguas pluviales de la zona norte de la ciudad. El lugar presentaba una diversidad espontánea de la riqueza arbórea de la regeión y con la intervención se consolidó la masa vegetal, mediante el arborzado con especies nativas. El propósito del proyecto es realizar una "sutura" en la herida que provca el canal en la ciudad: el paseo se inicia con dos grandes plazas vinculadas por un puente, continúa con un trazado de sendas peatonales y conecta con ocho plazas temáticas que se extienden alternativamente entre ambas márgenes.
El encaje de la topografía permitió un edificio de porte pero que no impactara en su contexto inmediato. Esa misma condición favorece la articulación de la calle con la plaza de pilotis, generando posibilidades de apropiación y uso del espacio libre diversos. Las dos galerías que conectan los bloques rescatan la idea de "calle elevada". Las cubiertas con programa y utilizables confrontan la escasez de espacio público.
La plaza es un proyecto de cirugía urbana de mediana escala en el que por encima del acento estético se encuentra la voluntad de cohesión social que resalta su carácter urbano y público. Bajo la premisa de una ciudad sostenible se tiende a una utilización del espacio urbano que contribuya a la complejidad y diversidad del tejido urbano y social, transformándolo en un lugar viable para la socialización y la identifiación colectiva. Parte de la calidad de este espacio urbano va de la mano de la disminución de barreras arquitectónicas y del especial énfasis en el uso y disposición de mobiliario urbano.
El espacio de intervención se caracteriza por su belleza natural y su extensión con casi un kilómetro de andador lineal que borde el límite entre la tierra y el mar. Concebido desde los años '50 como un museo al aire libre, el malecón antiguo trabaja cada cruce del entramado urbano con plazas como elementos de transición y con esculturas que funcionan como remate visual e hitos dentro del paisaje urbano. El programa de renovación se dividió por tramos: el primero se corresponde con áreas de juegos infantiles, mobiliario urbano y diseño de pavimentos; la parte media contiene el puente sobre el cual se desarrollasn las funciones de velarias, bancas, andadores y miradores; el último tramo es de nueva construcción y aloja comercios, restaurantes y mercados.
Dentro de un sector patrimonial de la ciudad, que se constituye como un atrayente polo cultural, se inserta el edificio de manera respetuosa pero a la vez contrastante con las edificaciones existentes. El espacio público se entiende configurado como la ocupación perimetral de la manzana. El volúmen del edificio se compone de dos partes: una barra que contiene el espacio museológico y una base que aloja la producción, lo administrativo y las actividades de soporte.
En entrevista, el arquietcto mejicano reflexiona sobre las ciudades latinoamericanas, el rol de los arquitectos, la discusión ética acerca de la función de la disciplina, el arte urbano y el lugar de Latinoamérica en el mundo global.