El autor reflexiona sobre métodos heterónomos de proyecto, es decir dependientes de aquellos materiales históricos previos y que se oponen a los modos autónomos, proyecto pensado como cosas nueva en sí, independiente de referncias y vestigios preexistentes.
El conjunto s eubica en al faldeo del cerro Yungay, en un terreno lateral que desciende abruptamente hacia una quebrada aledaña, con amplia vista a la bahía y el centro de la ciudad. El programa abarca veinte departamentos de distintos tamaños, distribuídos por una única circulación central por la cual se accede a todas las unidades, iluminada desde altas lucarnas. La característica del proyecto es su fachada de color, que utilizan además un repertorio de materialqes que hacen referencia a elementos constructivos patrimoniales pero con nuevos productos y acabados.
Este proyecto surge de un programa de revitalización urbana; la premisa inicial fue hacer un espacio del que la gente se pudiera apropiar. Con escasos elementos y recursos se compone la forma final de esta pequeña instalación urbana -un muro de concreto, un banco, uan cubierta tensada y una escultura en forma de esfera-.
La galería es una intervención trabajada con habilidad para pasar desapercibida para quien no la busca y sorprender a quien la encuentra. Propone una antesala ganada al retiro municipal; una reja cancela el ingreso al patio sin agredir al transeúnte ni alterar el sentido de transparencia. Un fragmento de muro acompaña la fachada y controla las visuales.
Invertir la secuencia tradicional de una vivienda permite aprovechar al máximo la luz y las visuales a la calle, ubicando los dormitorios en un nivel intermedio hacia el fondo del terreno, expandiéndolos hacia un patio más íntimo. El interior se organiza en cinco bandejas horizontales que se alternan entre el frente y el fondo, conectadas por una circulación en espiral que en los pisos inferiores es una escalera de suave pendiente y luego se convierte en una rampa.
Desplegada en las puertas de la quebrada de Humahuaca, la casa se descubre sobre el terreno con plasticidad escultórica en el intento de desdibujar sus límites hasta fundirse con el lugar al que se "enhebra". Construída en adobes de tierra sin cocer, con paredes bolsedas y coloreadas, con piezas de piedra entera que usurpan el espíritu de la región, la casa se monta y se modela dialogando con el terreno en una continuidad que extiende sobre el monte.
En entrevista, el arquitecto chileno reflexiona sobre Bienal Latinoamericana, la arquitectura sustentable, el fenómeno de la globalización y su vínculo con la disciplina y la ciudad latinoamericana.